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sábado, 5 de abril de 2014

Nacho Vegas: “es mejor ser un pesimista con ilusión que ser sólo un optimista”

22-M. Las Marchas de la Dignidad confluyen en Madrid mientras vivimos la crónica de la muerte anunciada de Adolfo Suárez. Yo conduzco hacia Gijón para entrevistar a Nacho, mientras escucho a Nacho. Llueve y a la vez hace sol. Por el camino aparece l’arcu la vieya (arcoíris, para los no asturianos) y se me antoja vivir una metáfora de Resituación, su nuevo disco, que sale a la venta el 8 de abril.

Imagen: Pablo Gómez.

“Fui hasta La Vida Alegre y me dijo Isa que la vida allí no tiene prisa por terminar”, canta Nacho en ‘La vida manca’. Allí nos habíamos citado y compruebo que sí, que la vida allí no tiene prisa, ni tampoco la tiene esta entrevista. A pesar de las interferencias: las voces de los habituales sabatinos, las emboscadas de esa tormenta de la que el toldo no nos protege, un taladro cercano…

Le hago la primera pregunta y descubro que Nacho es una de esas personas que rumia mucho sus palabras. Antes de contestar, desvía la mirada, lo que denota que su respuesta será el fruto de una reflexión meditada.

Desde ‘La zona sucia’ nos enseñaste ‘Cómo hacer crac’. Ahora toca resituarse, ¿dónde?, ¿resituación personal o colectiva?

Una resituación desde lo personal hacia lo colectivo, que es lo que tiene que ser la música. Cuando escribes una canción, mi ‘yo’ tiene que ir hacia ‘los otros’. En el mundo del pop y del rock se abusa mucho de partir del ‘yo’ y quedarse en el ‘yo’. Creo que las canciones tienen que poner en comunión a la gente: esa es la función que tiene la música popular. Resituarse no es ir a un lugar en concreto: es estar en movimiento continuamente. Tengo la sensación de que la escena de la música rock está un poco muerta. Y creo que tenemos la obligación de estar moviéndonos continuamente y hacer que la música sea algo vivo, que no se quede en una especie de élite de gente enteradilla y que compra ciertos discos o ve ciertas películas o lee ciertos libros, sino que tiene que vincularse a otro tipo de escenas sociales. Creo que es el momento en que la música se puede resituar de otra manera.

Has pasado de hablar de situaciones personales a algo más colectivo, con mucha más crítica social. ¿Es una evolución natural o viene dada por la situación en la que vivimos?

Mis canciones se nutren de la realidad. Cuando hablaba de relaciones personales siempre procuré hablar de gente real. Todo lo que está pasando ahora es algo que nos afecta de una manera radical y que se cuela en las canciones, no sólo por lo que está pasando socialmente. Tengo muchos amigos que perdieron su trabajo en los últimos años pero a la vez también se rompieron muchas parejas. El capitalismo salvaje pone más difícil tener una vida social y emocional natural y, el hecho de que haya una conciencia nueva, de que la gente se dé cuenta de que tiene que poner en común todo lo que está pasando para salir adelante, es lo que me ilusionó para escribir nuevas canciones. Cuando voy a hacerlas nunca sé muy bien que es lo qué pueden tener en común pero hacer discos me sirve para eso: para reunirlas, verlas desde fuera y ordenar lo que te parece que está un poco desordenado.

Ese compromiso también se refleja en tu participación en la Fundación Robo y en tu apoyo al CSOA La Madreña.

Roberto Herreros y yo nos dimos cuenta de que la escena indie estaba demasiado aquejada de individualismo, no era una alternativa como se supone que lo tiene que ser una escena independiente. Entonces decidimos poner en común a grupos y artistas muy diferentes pero que tuvieran una preocupación social en la música que hacían, e hicimos una recopilación de canciones que sirviera como reflejo de todo lo que está sucediendo. Ahora queremos dar un paso más y buscar colaboraciones puntuales con colectivos sociales. Por ejemplo, la canción ‘Runrún’ está vinculada al Movimiento por la Democracia, una plataforma que nació en el centro social Patio Maravillas de Madrid. En Oviedo, lo que está sucediendo con La Madreña le está dando mucha vida a la ciudad.

O sea, que ‘Runrun’ tiene que ver con este tipo de iniciativas.

Hay una frase en esa canción (“nos quieren en soledad nos tendrán en común”) que forma parte de un comunicado del Patio Maravillas en Madrid después de una redada en la que detuvieron un inmigrante africano en Lavapiés, y a otros ciudadanos por interesarse por él.


En ‘Runrún’, ¿por qué es un gato quien observa el horror?

El verso inicial empezaba de otra manera, pero estaba releyendo a Gloria Fuertes, de la que soy muy fan, y hablaba de un gato que miraba a su alrededor. Sentí que era una imagen muy poderosa para empezar, como son los gatos, que tienen mucha inteligencia pero que también son unos animales muy indefensos.

¿Cómo es que no estás en las Marchas de la Dignidad hoy en Madrid?

Pues pensaba ir, pero como tenía esta entrevista pues no pude…

(Sonrisa pícara).

Hablando de actualidad, ¿qué te parece que haya salido el hijo de Adolfo Suárez anunciando su muerte inminente? ¿Crees que es una cortina de humo para ocultar las Marchas?

Parece una cortina de humo porque es increíble la cobertura mínima que hay en los medios generalistas hacia algo que se lleva fraguando hace tiempo y que es una expresión social que tendría que recogerse. Hoy estaba oyendo las noticias y ocho minutos eran para Adolfo Suárez y nada para unas marchas que estaban llegando a Madrid, y eso que movilizaron a 1.700 agentes de la UIP, seguramente para reventar aquello. De ese tipo de cosas se sirve el discurso hegemónico que impera y que está en todos los medios generalistas, en las grandes cabeceras. Es un discurso desmovilizador y que intenta minimizar -cuando no criminalizar- lo que está pasando socialmente en España. Por suerte, creo que no les va a funcionar, la gente no es tan tonta.

¿Qué significa ‘Indefensos’? Parece un himno…

El año pasado hicimos unos cuantos conciertos para rendir homenaje a Mike Leigh en colaboración con el Abycine. Esta canción ilustraba imágenes de sus películas y cerraba el espectáculo. Sus películas son muy corales, y mi disco también es muy de personajes…

¿Algo así como “se abre el telón”?

Sí, tiene ese aire cinematográfico. A mí me gusta mucho la música del cine y es un homenaje musical a Nino Rota, a Mancini… Y creía que era una buena manera de abrir un disco en el que hay un montón de personajes. La titulé así porque hay una película de Mike Leigh que se llama ‘Naked’ y que en español se tituló ‘Indefenso’. Es algo muy normal sentirse indefenso y es una cosa contra la que luchamos, ¿no? Yo lo puse en plural porque es un disco muy de ‘nosotros’ más que de ‘yo’, es una especie de toma de empoderamiento contra la indefensión.

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La primera canción que adelantaste se llama ‘Actores poco memorables’, ¿quiénes son esos actores?

No forman ninguna casta especial. En realidad es una canción que parte de la observación de un mundo en el que nos movemos todos. Algunas críticas dicen que es un tópico y me hace mucha gracia. No sé por qué es un tópico, si porque es algo que está exagerado y que no existe o porque no se habla de eso en muchas canciones. Realmente no creo que pase ninguna de las dos cosas. Son canciones que parten de observar un mundo en el que la gente está muy sola por una cuestión política. Las políticas neoliberales convencen a la gente de que está mucho mejor sola que acompañada. En los noventa hubo un proceso desmovilizador muy fuerte. Dejamos de tener conciencia de los problemas que nos concernían a todos, se supone que los que formábamos lo que se llamó la clase media, teníamos que preocuparnos cada uno de lo suyo y que las luchas colectivas eran algo del pasado. Eso creó mucha soledad y mucha insatisfacción. Es algo que imperaba hasta hace tres años, hasta que hubo una explosión social en la que la gente dijo “no, esto no funciona así, somos muchos los que nos estamos sintiendo solos y si nos juntamos podemos conseguir que haya una transformación social”.

(Primera interrupción: las voces de los habituales. Nacho propone cambiar de mesa y nos sentamos en la última, a pesar de que ‘creo que va a empezar a llover’.)

Me decías que todos nos creíamos clase media…

Es algo que nos intentaron meter en la cabeza, que todos éramos clase media. Por ponerte un ejemplo: yo tuve una novia que se fue a Madrid a trabajar en la industria discográfica como proyect manager, una cosa que suena muy bien. Trabajaba con artistas internacionales, iba a conciertos, a fiestas… Pero salía de casa a las ocho de la mañana y volvía a las diez de la noche, cobraba un sueldo de mierda y cuando hubo una crisis en la industria discográfica echaron a todos los de abajo. Tenía la idea de que era un trabajo moderno, un mundo lleno de posibilidades y, en realidad, era una trabajadora más, instalada en el precariado. Ahora se tiene más conciencia del precariado, pero a base de llevar hostias y darse cuenta de que hay que hacer algo todos juntos. Esa ilusión de clase media caló en la gente, que tardó mucho tiempo en despertar. Es otra de las victorias del neoliberalismo que hay que asumir, ahora la cuestión es derrotarlos nosotros a ellos.

Ese Ramón, policía nacional, ¿crees que todos los policías son así?

Desde luego, los antidisturbios, sobre todo los de la UIP, creo que sí son muy parecidos. Más allá de eso, lo turbio es que la policía no está al servicio de los intereses de los ciudadanos, que es lo que se supone, sino que van a un desahucio y sacan a los ciudadanos, o en cualquier movilización se ponen a dar hostias como panes, la verdad es que ya no puedes creer en la policía. Hay mucha gente que me lo dice, que habrá policías que son buenos, pero hay algo de base que no funciona y que convierte a las fuerzas de seguridad del estado en fuerzas represoras y pseudofascistas. Me gusta una pintada que hay en Gijón: “¿y a nosotros quien nos protege de la policía?”.




En la canción también aparece un tal Nachín. Sé que me vas a decir que no eres tú pero lo parece.

Aunque te lo diga no me vas a creer… En este disco uso menos la primera persona y el ‘yo’ confesional que utilicé mucho en otros, aquí aparezco como un personaje más.

O sea que eres tú.

Sí, pero cuando hablas a través de los personajes dejas de mirarte al ombligo. Es liberador aparecer en una canción como personaje y no como protagonista directo.

¿Te sientes culpable si no vas a votar, como Marian?

No, no me siento culpable. Muchas veces me planteé la abstención como posición política. Pero sí es verdad que puede hacerte sentir culpable. Lo que pasa es que nos vendieron la democracia parlamentaria como un súmmum tan perfecto que parecía que si no participabas del juego estabas siendo insolidario, pero ahora se está viendo que esta democracia parlamentaria es una pantomima. No sé si hay gente que se sigue sintiendo culpable por no ir a votar. Yo no. Lo que no sé es si votaré en las siguientes elecciones. Puede que sí.

¿La vida manca?

Manca un puquitín, pero eso es bueno. Las cosas que están vivas tienen que doler un poco.

(Segunda interrupción: empieza a sonar un taladro cercano.)

En el caso de la música, la parte que manca de la vida es la más inspiradora porque es la que te descoloca. La parte más armoniosa de la vida me resulta poco inspiradora. Yo persigo esa armonía pero cuando veo que se rompe por algún lado y no entiendo por qué, es cuando me apetece hacer una canción. Quiero pensar que lo natural es que la gente se quiera y que las cosas vayan bien pero, cuando ves que una pareja de amigos que se quieren mucho acaban odiándose, te preguntas por qué tuvo que suceder. Y de esas preguntas es de donde nacen las canciones. Por qué las cosas tienen que ser así si no deberían ser así.

En ‘La vida manca’ haces un recorrido por varios escenarios de Gijón.

Aparecen muchos escenarios de Gijón, pero no todos son de Gijón. Acabé de escribir la canción este verano en El Puerto de Santa María y, por ejemplo, ‘las siete esquinas’ es una zona de allí. Las canciones pertenecen siempre al sitio y al momento en el que las haces, y por eso se colaron diferentes escenarios.

Lo que está claro es que ese recorrido acaba en el mar.

Aquí todo empieza y acaba en el mar, es una especie de final liberador. Tenía claro que esta canción tenía que cerrar el disco. Viviendo en un sitio como Gijón, es donde te apetecería acabar y donde empieza todo, el mar es origen y también fin. Es una de esas canciones río, cuando las empiezo a escribir nunca sé por dónde van a ir, se van haciendo poco a poco y hay un momento en el que sabes que lo tienes, que ya está, que no puedes decir más. Son canciones que te gobiernan, que se van escribiendo y desarrollando como la vida misma, que va surgiendo y cada cosa que sucede te va llevando a otra. La inspiración surgió de una canción de Vainica Doble que se llama ‘El tigre de Guadarrama’. Es una canción preciosa sobre alguien que sabe que va a morir, pero no interpreta la muerte de una manera trágica sino de una manera liberadora.

Esas referencias tan asturianas que introduces en tus canciones no te impiden llegar a un público internacional. ¿Nunca te han preguntado qué quieres decir con Norteña o con Alimerka?

Es lo que hablábamos al principio: el viaje desde lo particular a lo universal, hay que partir de referentes concretos para hablar de cosas que puede entender cualquiera sin saber lo que es el Alimerka ni conocer Gijón. En el segundo disco de La Oreja de Van Gogh hay una canción que se llama ‘La playa’. En un principio se iba a llamar ‘La playa de la Concha’, pero a uno de los jefes le parecía muy localista y como querían entrar en el mercado latinoamericano, ‘la concha’ les sonaba fatal. Me parece una manera de pensar muy paleta, pensar sólo en global es parte de la globalización. Y, en realidad, la música popular nace siempre de un momento y de un lugar concreto y de ahí se expande a un montón de gente. Hablar del localismo en las canciones es una estupidez.

¿Te preguntaron alguna vez que era Norteña?

Sí, claro que te preguntan pero está guay. Es igual que cuando yo escucho canciones de otra gente y aparecen referentes puntuales: si te interesan, indagas de dónde vienen. Hay una avenida Schulz en cada sitio y un Alimerka en cada esquina.

En ‘La ciudad más triste’ vuelves a hablar de Gijón, ¿no te parece más triste Oviedo o Madrid?

Hay gente que la toma como una crítica particular a Foro y no tiene nada que ver. Habla de mi ciudad, la ciudad en la que llevo toda la vida viviendo. Me duele que a veces se muestre triste. En general, Asturias siempre fue un sitio un poco deprimido. Yo soy de la generación que se marchaba fuera porque aquí no había trabajo, algo que según Tini Areces era una leyenda urbana, y es algo tan obvio… De hecho, yo me quedé en Gijón porque tengo un trabajo que me lo permite pero vi a gente marcharse y eso hizo que la ciudad se volviera triste. Esa soledad de la que hablábamos antes influyó en la vida en las ciudades, con un montón de vidas aisladas, en una ciudad como Gijón o cualquier otra. Hay que luchar contra esa tristeza y conseguir que la ciudad pertenezca a los ciudadanos y no a unas élites de empresarios o de políticos. Esa es la lucha.

Por eso pides que nos devuelvan la ciudad… Pero prendiéndole fuego y matando vampiros. ¿Qué vampiros?

Los vampiros son los malos, los que han vampirizado toda la vida social, política y económica. El capitalismo salvaje es eso: una especie de política de unos pocos vampiros que le chupan la sangre a un montón de gente que solamente quiere vivir de una manera digna. Y lo hacen a costa de todos, es algo que exige una caza de vampiros, salir y quemar las ciudades.

Esta canción parece que tiene relación con la nueva ley que llaman ‘de seguridad ciudadana’.

Sí, ya no sólo exprimen a la gente sino que cuando se revuelve, los criminalizan y los convierten en los malos. Todo es ETA, dicen.

‘Luz de agosto en Gijón’ parece una contraposición optimista al momento que vivimos. Viniendo en el coche vi el arcoíris y me recordó a tu disco, es como cuando llueve y hace sol a la vez.

Es una buena lectura, es muy bonito. Pero no sé si veo ‘Luz de agosto en Gijón’ como una canción optimista.

Desde luego es menos negativa.

(Silencio, titubea.)

Siempre me acusaron de ser muy pesimista, pero tener esta cosa sombría en tu perspectiva vital es algo endémico de los asturianos, es algo a lo que estamos abocados por nuestra propia Historia. El otro día leí una frase de Voltaire que decía que “el optimismo es la manía de seguir pensando que todo está bien cuando las cosas van mal”. A veces pienso que es mejor ser un pesimista con ilusión que ser sólo un optimista. Gijón, aunque sea agosto y parezca que la ciudad está llena de vida y muy luminosa -porque los días tienen una luz diferente a la que tienen por ejemplo ahora en marzo-, sigue siendo Gijón. Es algo que me provoca infelicidad, pero que puedo llegar a añorar cuando me alejo.

(Nueva interrupción: – ¿Cupón para el lunes?  – No, gracias.)

‘Resituación’ es un disco muy militante, pero también tiene una parte familiar. Tardé en darme cuenta que ‘La rapaza de San Antolín’ era Lorena Álvarez. ¿Es un homenaje?

Sí, somos amigos y es una canción de admiración hacia Lorena.

Es muy curioso lo que hace.

Sí, a mí me flipa. Me parece buenísima. Cuando la escuché la primera vez me pareció algo muy fresco y muy diferente al tipo de canción de autor que se estila en el indie. Ella bebe de la música tradicional y popular de una manera muy urgente, muy pura, algo que no se ve en otros grupos más preocupados por el sonido o por aspectos un poco epidérmicos de la música. Me pareció una cosa muy revolucionaria y tiene algo tan ‘sexy tradicional’ que había que rendirle homenaje.

(Risas.)

Y ‘Adolfo Suicide’, ¿quién es?

Adolfo es un amigo mío, una de las personas que más quiero en el mundo. Es pintor. En ‘La zona sucia’ y ‘Cómo hacer crac’ hay reproducciones de tres óleos suyos. Es fascinante, un poco loco pero a la vez una de las personas más lúcidas que conozco.

Estas dos canciones son la parte familiar del disco.

Sí, sí, son dos canciones de admiración. Lo más parecido a una canción de amor que hay en el disco es la de Adolfo.

Cierto: no hay canciones de amor en este disco.

No… ‘Adolfo suicide’ es un poco amor. Es una canción musicalmente diferente al resto pero, como es un disco muy de personajes, me parecía que Adolfo -alguien que entra y sale de mi vida pero que siempre está ahí- tenía que estar como un personaje más. También pienso en las películas de Mike Leigh , en las que aparecen personajes que perturban toda la trama pero para bien, para crear algo muy explosivo. Adolfo es ese tipo de personas.

¿Descartaste muchas canciones en este disco?

Tenía cerca de veinte y acabé grabando catorce. En el disco aparecen once, pero algunas las reservo para el próximo EP, un formato que me gusta mucho. Por ejemplo, una en asturiano que se llama ‘L’afoguín’. También es una canción de personajes, en tercera persona, que habla de un minero maricón de Turón.

Xel Pereda no participa en este disco, ¿abandona ‘la trama asturiana’ o está centrado en Lucas 15?

Fue algo natural, él se centró en el disco de Lucas 15, yo en el mío y no pudimos estar los dos a la vez en el proyecto. La verdad es que lo echaré de menos porque es uno de los mejores músicos con los que he tocado nunca, pero Joseba Irazoki también es un guitarrista buenísimo.

Dices que tus canciones no son autobiográficas pero yo no me lo creo…

Y haces bien en no creértelo.

(Risas.)

¿Es algún tipo de juego de ilusionismo?

Digo que no son autobiográficas porque me parece que el concepto de autobiografía es muy limitador: alguien que está narrando una vida tal cual, simplemente. Lo que yo hago es partir de mi vida y de referentes reales pero todo eso tiene que sufrir una transformación. Muchas veces tienes que recurrir a la ficción para contar cosas más verdaderas que lo que podrías contar si te ciñeras a la realidad pura y dura. Es algo que trasciende un poco el relato autobiográfico. Pero, claro, la materia prima de mis canciones es mi vida y todo lo que me rodea. En mis canciones no me trato de evadir, quiero contar cosas que me suceden o que me sucederán, como decía una escritora que me gusta mucho, Carson McCullers, “todo lo que he escrito me ha sucedido o me sucederá”.

(De repente, lluvia torrencial.)

¿Te autocensuras? Da la sensación de que dejas al aire tu intimidad.

Sí, supongo que sí me autocensuro pero no es algo negativo.

¿Y cómo estableces el límite de hasta dónde quieres llegar?

A veces me acusan de impúdico, o de airear mucho mis intimidades, porque me acerco mucho a ese límite que tiene que haber, pero me gusta llevar las cosas al extremo porque es donde consigo ser más expresivo. Mi hermano me decía que si no me autocensurase al escribir podría llegar al asesinato. Me interesa mucho ese límite entre las vidas privadas y lo que suponen esas vidas privadas proyectadas en lo social, en lo que sucede cuando tu vida privada afecta también a la gente que tienes alrededor y cuando todo lo que está sucediendo alrededor afecta a tu vida más íntima.

¿Cómo compones? ¿Método o desorden?

No, no tengo un método. Es muy básico: voy rasgando la guitarra -o el ukelele, últimamente-, y van surgiendo acordes y melodías, y las letras se van haciendo. Nunca escribo una letra y después le pongo música, soy incapaz. Como mucho, a veces tengo una frase o un par de frases y a partir de ellas se va construyendo la canción. Generalmente tengo algunos acordes, o una melodía en estado muy primitivo y cuando empiezo a escribir la letra lo que sí suelo hacer es dejar que la letra guíe la canción, que la letra sea la que mande, aunque a veces tengas que retorcer un poco la melodía o buscar otro esquema estrófico. Me gusta mucho lo que hacía Bob Dylan con sus canciones, su manera de interpretar tan primitiva, esa forma de frasear tan atropellada y tan particular. Tienes que conseguir que la letra, la palabra y la música resulten indivisibles.

¿Tienes algún tipo de manía cuando escribes?

Intimidad. No puedo tener a alguien en la habitación de al lado. Es un problema, porque no soy capaz de hacer canciones mano a mano ni componer con nadie.

¿Cómo resultaron entonces tus experiencias con Bunbury o con Christina Rosenvinge?

Pues era un problema… Hombre, con Bunbury no compuse nada, eran canciones que hacíamos cada uno y las poníamos en común. Con Christina sí que lo intentamos y salió, pero tampoco fue una cosa de sentarnos y de escribir la canción del tirón, sino que cada uno llevaba una parte y lo poníamos en común. Conseguimos escribir canciones que son de los dos pero, después de eso, intentamos hacer más cosas juntos y ella me echaba en cara que yo no sabía, que era muy celoso de lo mío. Es una cosa que me da mucha rabia, no sé compartir ideas cara a cara, tengo mucho pudor con las cosas que hago.

¿Músico y filólogo es buena o mala combinación?

No sé si es buena combinación pero los años que estudié filología me sirvieron mucho. La lingüística me parece una cosa muy fascinante: cómo opera la lengua desde dentro, los mecanismos que tiene el idioma para expresar ideas que no son puramente referenciales… En el habla normal, la gente es más poética de lo que puede parecer, estamos hablando continuamente con metáforas y con metonimias.

De hecho, tengo entendido que cuando te bloqueas coges un diccionario o un libro cualquiera, lo abres y lo hojeas (y ojeas).

Sí, cuando me preguntabas por el gato observando el horror, por ejemplo. No sabía cómo empezar la canción, el verso inicial no me convencía y, como estaba releyendo a Gloria Fuertes, abrí por cualquier página y apareció esa imagen del gato. Una misma palabra en diferentes contextos significa cosas tan diferentes que siempre son muy inspiradoras, las palabras son cosas muy vivas, no solamente son letras que se juntan y que forman sonidos y tienen un significado. Todas las palabras no sólo denotan sino que connotan un montón de cosas. Se habla de la poesía como algo que tiene que ver con la sensibilidad artística, pero es algo que está por todos lados.

¿Corriges mucho o te quedas con la primera idea? Por lo que me dices, corriges…

Sí, las libretas de mis canciones están llenas de tachones y de correcciones. Es lo que más hago, corregir.

Y, cuando te bloqueas, ¿pides consejo a alguien?

No, porque soy muy celoso de lo mío y me influye mucho lo que me digan. Christina me echaba en cara que no le enseñara mis canciones. Cuando tienes una relación de pareja y te dedicas a lo mismo, lo normal es compartirlo. Y yo no lo hacía, me podía el pudor y tenía mucho miedo de que me influyera con cualquier comentario.

Imagen: Pablo Gómez.

Leí por ahí que cantas así de despacio en contraposición a esa manera tuya de hablar, más rápida y atropellada. ¿Es cierto?

Sí, supongo, porque yo siempre vocalicé muy mal, seguramente te darás cuenta cuando intentes transcribir esto… Creo que hablo un poco atropelladamente.

¿Y por eso cantas con una cadencia más lenta?

Sí, pero me di cuenta de ello hace poco. En realidad, todo lo que escribo y canto son cosas que no sé expresar de otra manera. Creo que canto de esta manera porque hablando no sé hacerlo así. Hay gente que reconoces su voz al cantar y a mí me dicen que canto muy diferente a cómo hablo. Yo sí reconozco mi voz, pero reconozco una voz que no es la que utilizo en la comunicación oral. Supongo que uno canta como le gustaría hablar. Y mira que canto mal…

Te reconoces tímido, ¿te escondes tras un personaje? Por ejemplo, con tu manera de vestir, siempre de negro, menos hoy, ya me fastidiaste la pregunta…

Hoy no visto de negro porque vengo de hacer una mudanza de un amigo. Y uso más el negro porque soy de piel clara y me favorece un poco más.

(Sonrisa burlona.)

Pero no: no hay un personaje detrás, que va. Yo era muy tímido de jovencito. La timidez es una cosa que puede parecer muy bonita pero en realidad es una cosa que se sufre. A mí me hacía pasarlo muy mal y la verdad es que hacer música me ayudó a vencer mi timidez. Si no fuera por la música creo que sería un inepto social. Pero supongo que en esa timidez está también el origen de mi vocación de hacer canciones, así que es una cosa que supe aprovechar.

¿Consideras tristes tus canciones? ¿Por qué crees que algunos te llaman ‘el triste’? ¿Lo eres?

No, más que de sentimientos tristes, mis canciones se nutren de sentimientos encontrados y a veces extremos. Es lo que te decía antes: para mí la armonía es menos inspiradora que los sentimientos dolorosos que te hacen cuestionarte la vida. Creo que las canciones son un grito. A veces de celebración de la propia vida, como en este disco, donde creo que tengo canciones bastante luminosas. No es que este sea más optimista pero en los anteriores imperaba el pesimismo. En ‘El manifiesto desastre’ hay una canción que se llama ‘Un desastre manifiesto’, cuyo esquema parte de cierto tipo de canciones tradicionales, de romances, de celebración. Yo quería que tuviera un toque épico, que fuera una canción para cantar en un bar con un montón de gente, pero me quedó una cosa muy oscura. En cambio, ahora, cuando intenté hacer canciones de ese tipo me quedaron mucho más luminosas. Era otro momento totalmente diferente, todo en mi vida era muy diferente y es ahora cuando hay algo más de luz.

La luz de marzo en Gijón se apaga. Nacho se diluye y aparece Nachín, que desnuda su inseguridad hacia las críticas y se convierte, de pronto, en entrevistador. Me pregunta si veo muchas diferencias entre ‘El manifiesto desastre’ y ‘Resituación’. Sigue diluviando y la vida sigue sin tener prisa por terminar…



Publicado en el blog por Fhara Hernández (México D.F.)

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