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miércoles, 19 de junio de 2013

Un lujo para el Emergente

El músico español se presentará hoy en el C. C. Recoleta en la apertura del festival porteño
Por Sebastián Esposito  | LA NACION

"Yo me acuesto con las canciones y me levanto con ellas", dice el cantautor español. 

Seis años separan al debut porteño de Nacho Vegas de este segundo capítulo que se consumará hoy en el C. C. Recoleta en la apertura de Ciudad Emergente. "Llevamos un tiempo queriendo volver", dirá el músico asturiano en el principio de la charla. Y para medir lo que implica ese tiempo valen los discos que concibió en ese período: dos propios, El manifiesto desastre y La zona sucia (ambos editados en el país), uno con Christina Rosenvinge (Verano fatal; inédito aquí) y dos EP de su factoría, El género bobo y Cómo hacer crac. Es decir, seis largos años.

"Será como una primera cita", señala el cantautor más rockero de todo Gijón. Artista de culto en estas latitudes, desde que inició su trayectoria solista, en 2001 y con Actos inexplicables, construyó un camino propio al costado de otros caminos. Habitó y se cansó del indie, admiró y admira a Bob Dylan, Lou Reed y Leonard Cohen, dejó un sello independiente para ser aún más independiente y es una de las caras visibles de Fundación Robo, "una plataforma músico-política con la que hacemos conciertos en centros sociales".

-¿Cuánto tiene que ver la aparición de Fundación Robo con el momento social y político que está viviendo España?

-Mucho; surgió hace casi dos años y fue un momento en el que hubo un punto de inflexión en el activismo político. La gente se volvió a movilizar, las organizaciones de izquierda cambiaron un poco su discurso y se empezó a ver una movilización más horizontal, alrededor de los movimientos sociales y los desocupados. La verdad es que hubo una toma de conciencia bastante fuerte. La generación de músicos mía, que empezó a tocar en los 90, pecó demasiado de cierto divismo, de falta de atención a toda la mierda que nos estaban metiendo. Cuando llegó el momento de la crisis, una crisis que se reveló como una gran estafa a los ciudadanos en general, se crearon en España nuevas formas de activismo y eso también se vio reflejado en la música. Los músicos ahora sienten la necesidad de tomar posición, algo que en la escena pop era visto con cierto recelo. Así es como surgió la idea de Fundación Robo: ir colgando canciones en Internet de grupos y solistas que quieran exponer música con un pensamiento crítico, distinto al discurso hegemónico que llevamos mucho tiempo aguantando en España y que sea una muestra de todo lo que se está realizando al margen de la clase política y de los medios. Ahora publicamos un disco y hacemos varias apariciones en directo en distintas ciudades con los músicos que se quieren unir en cada sitio. Todo autogestionado.

-Para algunos alcanza con manifestarse a través de la obra. Esto es dar un paso más. ¿No?

-Tengo la sensación de que los músicos de pop estamos metidos en la dinámica de sacar discos, tocar en los festivales más modernos, salir en los medios de vanguardia... La generación del indie creó una especie de elitismo cultural. Nosotros creemos que la música no es sólo las canciones que hagas, sino cómo la distribuyes, dónde la toques, la actitud, el contenido. Lo que la música hace es tan importante como lo que la música dice, ésa es la premisa desde la que partimos.

-¿Sos de los que creen que artista se es las 24 horas?

-Habría que ver también qué significa ser artista. Para mí, hacer canciones es un oficio y lo que deriva de ahí es la visión crítica del mundo que me rodea y, desde luego, yo me acuesto con las canciones y me levanto con ellas. Es una manera de mirar la vida a través de lo que haces, no es tanto la conciencia del artista como la del compromiso con el mundo ahí afuera. A veces la música pop satura un poco la tentación de ser demasiado evasiva. Hay música escapista que me encanta, pero a veces eso se usa para no mirar a las cosas de frente. Creo que cuando haces música, una obligación moral es tener un compromiso con el mundo que te ha tocado vivir. La historia no dice tanto de la música, pero sí la música dice algo de la historia.

-Se puede trazar un paralelismos entre los indies de allá y de acá. También en ambos países hay una nueva generación que opta por cantar en inglés. ¿Tienes alguna opinión al respecto?

-Sí, por supuesto. Eso parte de una anglofilia que, creo, es uno de los aspectos que fue arrastrando un poco al indie en su deseo de formar una elite. Un público que escucha un tipo de música, lee ciertos libros y va a ver determinadas películas. Creo que la música popular tiene que romper con esas cadenas. En la Argentina está pasando con el cruce entre la cumbia y la electrónica; en España las esquinas están más separadas. Nosotros estamos muy atentos a lo que pasa en América latina.

-De tus contemporáneos, ¿quiénes siguen siendo tus pares? ¿Quiénes te siguen representando?

-Cuando empecé a hacer música, en los 90, a la generación que venía de los 80 la mirábamos con cierto recelo. Es típico reaccionar contra los que estuvieron antes, es una manera de hacerse ver, pero eso se terminó una vez que empezamos a escucharla y a entenderla. Eso me pasó cuando conocí a Enrique [Bunbury], Christina [Rosenvinge], Radio Futura y Fernando Alfaro. En esos momentos los referentes que teníamos venían de los 70, pero poco a poco incorporamos a otros. Los 80 fue una época extraña en España. En esa década se sentaron las bases de la cultura de la transición. Salimos del franquismo y parecía que llegaba la democracia; se suponía que había un gobierno progresista, pero caímos en un discurso cultural hegemónico que impedía la crítica al poder, hasta que al final el gobernante Partido Socialista empezó con una tromba de medidas neoliberales que nos han llevado a donde estamos ahora. Entonces, la gente que sonaba en los 80 parecía adscripta a esa cultura dominante. El rock radical vasco fue de los pocos que quedaron al margen.

-¿El elitismo indie no es una manera de hacerse fuertes frente al mainstream ?

-Mmm... Una escena alternativa debería ser alternativa al mainstream . Pero en España esa escena acabó fagocitada, los sellos independientes acabaron comportándose como los multinacionales, con los mismos contratos, los mismos procedimientos. Se terminó armando un mainstream alternativo, no una escena que realmente llega a la gente sin necesidad de esas políticas de mercado.

Tan inclasificable como inquieta, en la obra de Nacho Vegas también se distinguen otras expresiones, como algunos libros de su autoría, tal el caso de los pequeños relatos reunidos en Política de hechos consumados; un proyecto de canciones folklóricas asturianas compartido con Xel Pereda ( Lucas 15 ), y algunos conciertos singulares, como los que recientemente llevó a cabo en España. Con el título de La vida es dulce , el autor de El hombre que casi conoció a Michi Panero intercaló imágenes de la cinematografía del inglés Mike Leigh con canciones suyas, covers y pasajes instrumentales inspirados en el autor de El secreto de Vera Drake . "Soy muy fan de él desde el 96, desde Secretos y mentiras, y La vida es dulce es una de mis preferidas. Fue una manera de rendirle homenaje de una forma respetuosa. Lo tenía en mente y justo coincidió con la muerte de Thatcher. Leigh retrató como nadie lo que el thatcherismo les produjo a Inglaterra y a Europa. Es algo que vivimos muy de cerca en Asturias, así que no me costó encontrar una relación entre las películas de él y mis canciones.

Fuente: http://www.lanacion.com.ar/1593291-un-lujo-para-el-emergente

Publicado en el blog por Fhara Hernández (México D.F.)

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