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martes, 18 de junio de 2013

Nacho Vegas: "No hago música de elite" -Nota de Nacho Vegas en Argentina-

Antes de su show en el Ciudad Emergente, el cantautor asturiano habla sobre "malditismos" absurdos y pudores necesarios


Nacho Vegas se limpió de una cosa y se enchastró de otra, y al final andá a saber quién ganó el partido pero una cosa sí es segura: de la montaña rusa tóxico-sentimental salió La zona sucia, su último disco publicado en 2011, a la vez reconexión del asturiano con las emociones reales y desconexión del status de cantor maldito que la pereza ajena le adosó. "No está presente en mi cabeza cuando estoy trabajando en un disco, pero supongo que hay una dimensión en la que todo es un poco absurdo y esas cosas tienen importancia. En realidad todo allí es un poco como una broma enorme", explica, y así justifica de la manera más simple su decisión de abrir la ventana al aclarar de la misma forma en que la entornó cuando la noche era espesa: sin hacer gran alharaca al respecto. Extranjero adonde vaya (como dice su otrora socio Enrique Bunbury, con quien grabó El tiempo de las cerezas) pero también ciudadano del indie sensible global, Vegas vuelve a Buenos Aires el jueves 20 para presentarse en el marco del Festival Ciudad Emergente (La Usina del Arte, 20 hs). Y antes de eso, por mail, se debate su aura.

Alguna vez dijiste que a la hora de componer el músico tiene que abstraerse de que tiene fans, contrato discográfico y demás. ¿Tu "ritual", tu momento de escritura, sigue igual a través de los años y los discos?
Me refería a abstraerte de la parte de este oficio que puede resultar engañosa, pero nada más. No creo en el artista en su torre de cristal. Las canciones surgen porque uno observa el mundo que le rodea y siente la urgencia de cuestionarlo, o de celebrarlo, y de comunicarlo.

¿Para componer canciones hay que ser exhibicionista? ¿En qué punto te alcanza el pudor a la hora de escribir, si es que te alcanza? ¿Te arrepentís de haber mostrado demasiado alguna vez?
En realidad he mostrado mucho menos de lo que algunos piensan. El pudor es un enemigo a la hora de escribir, pero también es necesario para imponer cierta distancia con las cosas que viertes en las canciones, así que hay que manejarlo en esas dos direcciones. El exhibicionismo del que hablaba no es un fin, desde luego. Lo importante de una canción no es que muestre algo, sino que arroje luz sobre algo.

Tu último disco está signado por tu búsqueda de emociones en un período de reencuentro con vos mismo, tras lidiar con alguna adicción. ¿Ya vislumbras por qué estará signado el próximo?
No, estoy ahora ordenando el repertorio y aún no sé muy bien qué es lo que tienen las canciones nuevas en común. Tal vez sea un disco menos intimista. La realidad social del estado español obliga a mirar hacia fuera y tal vez eso esté presente en el disco. Aquí publicamos después de La zona sucia un mini álbum llamado Cómo hacer crac, que no llegó en formato físico a Argentina. Ese disco está estrechamente relacionado con La zona sucia, pero también creo que anticipa algo de lo que será el próximo.

Te hemos leído disgustado con el mundillo del indie español, pero a la vez está claro que las grandes luces no son los tuyo. ¿Es un karma o una bendición no pertenecer a ninguna parte?
No quiero renegar del lugar del que vengo. Yo pertenezco a una generación que empezó a hacer música en los 90 creando una nueva escena de pop y rock independiente en el estado español. Mi disgusto es en realidad una autocrítica, porque creo que en cierto sentido esa escena perdió la oportunidad de convertirse en una corriente musical crítica con un discurso hegemónico, cultural y político, que llevábamos tragando desde los años de la transición. En lugar de eso, jugó a ser una especie de vanguardia elitista de la clase media, con mucho menos interés del que en realidad creía tener.

¿Qué te dejó artística y personalmente tu incursión en el mainstream junto a Enrique Bunbury?
Enrique es una rara avis dentro del mainstream, y resultó muy fácil trabajar con él. Supongo que los dos nos sentimos algo desconcertados con la parte que no conocíamos del mundo del otro, pero eso fue más divertido que otra cosa. Finalmente lo que hicimos fue compartir ideas, músicas y músicos, maneras diferentes de ver el mundo a través de las canciones... De esa manera uno amplía su mirada, y eso es lo que me he llevado de la colaboración con Enrique.

¿Te condiciona de alguna forma hacer canciones para saborear con esmero, intentando transmitir algo que exceda el mero divertimento, en épocas de consumo musical desenfrenado y liviano? ¿Estás "condenado" a ser disfrutado por las minorías que aún siguen prestando atención? ¿Es mejor así?
Lo que hago es música popular y su vocación es la de llegar a la gente en un sentido amplio, no a una minoría o a una élite. La música más divertida puede ser la más poderosa y emocionante, puedes verlo en el punk o en la cumbia. Mis canciones surgen de otro lado, de las partes de la vida que a mí más me inquietan, pero su vocación es la misma.

¿Qué recordás de tus conciertos anteriores en Buenos Aires y qué veremos en esta oportunidad?
Fue estupendo tocar dentro de un festival como el Bafici [tocó en la edición 2007], y después en el Centro Asturiano de Buenos Aires, donde creo que Xel Pereda y yo anticipamos algunas de las canciones tradicionales que luego formarían parte del disco de Lucas 15 [grupo de folklore de su tierra que conforma junto a Pereda]. En esta ocasión la formación es más completa, aunque precisamente faltará Xel, que no puede venir. Algunos compañeros de por aquí nos han hablado muy bien del festival Ciudad Emergente, así que vamos con toda la ilusión.

Por Diego Mancusi





Publicado en el blog por Fhara Hernández (México D.F.)

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