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martes, 6 de noviembre de 2012

Fundación Robo: música del descontento

Teoría y práctica política en una época marcada por la confusión. Canciones del pueblo, hechas por el pueblo y distribuidas sin interferencias entre el pueblo. Creación colectiva ajena a especulaciones. No es ciencia-ficción: está pasando. Aquí y ahora. Por César Luquero


Fundación Robo: música del descontento
Nacho Vegas en la acampada de sol del 15-M. Foto: Juan Pérez Fajardo.

"Tengo la sensación de pertenecer a una generación demasiado autocomplaciente que ha tenido que despertar a hostias”. Así responde el cantautor Nacho Vegas (Gijón, 1974) cuando se le pide que ponga en perspectiva su carrera artística. El músico asturiano es miembro del comité de representación de Fundación Robo, proyecto de creación musical colectiva que celebra su primer cumpleaños con la publicación de un recopilatorio –CD más DVD– que verá la luz en diciembre. En él encontraremos todas las canciones que se han ido incorporando al mismo, además de algunas piezas que permanecían inéditas, cuatro videoclips y un documental basado en las experiencias acumuladas durante el primer año de existencia.
Inspirada por el trabajo de colectivos como Wu Ming, en los que la obra prima sobre la autoría, la Fundación Robo propone la exploración de un espacio –el de la crítica política y el análisis de la realidad– que, bajo su punto de vista, apenas ha sido transitado por nuestros músicos. Uno de los primeros impulsores del proyecto, el periodista Roberto Herreros (Calahorra, 1975), lo explica de esta manera: “La escena musical de aquí siempre ha tenido tendencia a mirarse el ombligo. Casi todas las canciones giran en torno a los mismos temas: mis sentimientos, mis obsesiones, mis juguetes de la infancia... Esta espiral narcisista todavía domina las canciones populares. Pasa a pág. 12   Viene de pág. 11 Siempre me ha dado rabia el pudor de algunos artistas para exponer conflictos políticos en sus letras. Cuando se lanzan, salen cosas chulas”.
Las palabras de Mar Álvarez (Madrid, 1974), quien ha contribuido al proyecto con una gran versión del clásico de Gil Scott-Heron The revolution will not be televised, parecen confirmar la tesis de Herreros. “Nunca me había dado por hablar de cuestiones sociopolíticas”, admite, antes de matizar que dicha inhibición “venía dada por el estilo”. Aún así, la componente de Pauline en la playa tiene claro que “ha resultado absolutamente refrescante para la música ‘reivindicativa’ salirse de la fórmula, digamos, literal, y nutrirse de las ambigüedades, los dobles sentidos y las múltiples interpretaciones a las que están abiertos los textos mas pop”.
El programa teórico de Fundación Robo contempla la puesta en común de las frustraciones provocadas por el canibalismo económico con el que lidiamos a diario y su transformación en energía de carácter político. No se trata de cambiar el mundo, sino de representarlo asumiendo un posicionamiento ideológico. “Las canciones no son un vehículo de transformación política”, aclara Vegas, autor de la imprescindible Cómo hacer crac, “sino un reflejo del mundo, una manera de cuestionarlo y una resistencia activa frente a él”.
Impulsada en su nacimiento por la refrescante brisa del 15-M, la Fundación Robo articula dicha resistencia con armas de difusión masiva y libre. Durante los últimos meses han ido sumando cada nueva colaboración a su sitio en Bandcamp, el cual permite la escucha y descarga gratuita bajo licencia Creative Commons. La financiación del recopilatorio también se ha colectivizado vía Goteo, red social especializada en micromecenazgo que impone el copyleft a sus usuarios. Robo ya ha conseguido conseguido, de largo, el dinero necesario para materializar su plan editor.
Hasta la fecha, han contribuido al proyecto casi una treintena de artistas, de todo pelaje y condición. El repertorio de Fundación Robo incluye a cantautores iconoclastas, raperos alérgicos al egotrip, artesanos del mejor pop e incluso a estrellas internacionales del techno. Es el caso de Óscar Mulero (Madrid, 1970), artista de referencia que aporta la inquietante Poder en la sombra al brillante global, contraviniendo el tópico que identifica electrónica orientada al baile con ausencia de compromiso. El DJ y productor cita a Underground Resistance como ejemplo de “colectivo electrónico con connotaciones políticas, reivindicativas y de protesta contra el poder establecido” y asegura sentirse afortunado: “Puedo expresar mi disconformidad con lo que ocurre a través de la música; todo lo que sucede en mi entorno influye de algún modo a la hora de sentarme en el estudio”.
El camino de Fundación Robo es de ida y vuelta. Herreros está convencido de que la música “no tiene capacidad para provocar cambios políticos”, pero reconoce que la experiencia de este año y pico sí los ha generado de puertas para adentro: “En un principio pensamos que muy pocos músicos habían sentido que fuera un problema la ausencia de canciones sobre conflictos y sentimientos colectivos. Con Robo nos hemos dado cuenta de que son más de los que parecen”. Alegría, pues.

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